jueves. 18.04.2024

Yo traigo el vino

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Durante las próximas tres semanas, haremos acopio en nuestras despensas de todo tipo de alimentos y bebidas para intentar pasar las fechas navideñas alrededor de pantagruélicas comidas y cenas donde seguramente se prepararan todo tipo de “manjares” donde no faltará el capricho, delicatessen o toque gourmet que en otras épocas del año son, para la gran mayoría de nosotros, más ocasionales y para muchos totalmente inexistentes. Ídem con el vino donde aprovecharemos la ocasión para abrir “esa botella especial” que guardamos con recelo para el día señalado y poderla disfrutar en buena compañía.


Hasta aquí todo bastante lógico en estas latitudes costumbristas donde, ya sea por tradición o porque nos lo manda el calendario consumista, todos en su medida, intentaremos salirnos un poco de la rutina de nuestras comidas y como no, sentirnos un poco más especiales ya sea entre familia o amigos.


La tarea del menú en sí que vayamos a preparar ya nos suele dar pereza como premisa principal y sobre todo si encadenamos un ágape tras otro donde sólo el trajín que significa agendar donde y en qué fecha específica celebramos con quien el qué, hace qué lo que debiera ser un acto relajado se convierta en un sudoku familiar que suele venir condicionado por el año anterior, a rebufo para muchos de las cenas de empresa o del grupo de amigos (ahora también podemos incluir algunos tediosos grupos del whatsapp).


Todo suele estar bastante bien organizado y además solemos hacer un esfuerzo económico considerable sin pensar que Enero nos devolverá a la triste realidad y que además, cargados de buenos propósitos, nos apuntaremos un año más a ese gimnasio del que solo conocemos la recepción.


Pero a lo que vamos. ¿Qué pasa cuando TÚ eres quien tiene que llevar el vino?


Bien sea porque te carga cocinar y pensaste que así te ahorrarías trabajo (que lo es) o porque este año no dejarás que tu cuñado se cuelgue él sólo las medallas de “la grande bouffe”, te propongo brevemente algunos puntos a tener en cuenta para no desentonar en el conjunto de mesas navideñas que con mucho mimo y cariño vamos a disfrutar casi todos estos días venideros.

  1. Organízate y piensa en el número de comensales que seréis: Sé que parece de cajón esta premisa pero presentarse en una comida con una sola botella, si te toca a ti poner el vino, queda siempre un poco extraño. Haz cuentas y reparte el presupuesto que tengas pensado. Sin contar menores o aquellos que no beben, media botella por persona suele ser una formula sencilla de calcular el consumo. ¿Te parece mucho? Media botella suelen ser tres copas y en una comida larga no es para nada mucho.
  2. Reparte la tipología de vino:  No hace falta traer todo tipo de vino para cada plato que haya en el menú a no ser que te lances en plan muy pro, pero traer solamente un tipo de vino queda también anodino por aquello de la monotonía. Mejor dos tipos. Un espumoso y un tinto o un blanco y un tinto o porque no, un tinto y un dulce.
  3. Se original: Sin pasarse claro, lo exótico déjalo para tu propia experimentación u otro día menos “tradicional”, pero no caigas en vinos que estén ya muy manidos o de regiones más comunes. Hoy en día hay muchísimas zonas vinícolas que hacen vinos fantasticos y son siempre un buen hilo conductor para entablar una notable conversación. Piensa también en aquellos productos elaborados cerca de tu zona. Gana puntos ante el cuñado.
  4. Ráscate un poco el bolsillo: Cada uno sabe lo suyo y conoces (o deberías conocer) quién crees que va a valorar y disfrutar más ese esfuerzo que hagamos, pero sin caer en el exceso en ambos extremos. Reciclar según que vino del lote de navidad no suele ser buena idea. Si no sabes el valor del vino que vas a llevar y no quieres pasar como un rácano, haz mínimamente un barrido online y sitúa en perspectiva aquella botella regalada que no te has bebido tú y que dicho sea de paso, por algo será. Hoy en día no hace falta gastarse una fortuna en vino de calidad pero sí que muchas veces el valor suele ir relacionado con la calidad de un vino. Un truco a colación del punto mencionado anteriormente; las regiones o marcas muy reconocidas suelen tener menor buena relación calidad precio si no sabes muy bien donde asomarte y solo te fijas en el nombre de la Denominación de Origen. Al final, como en muchas cosas, pagamos nombre y te recuerdo que vocablos como Reserva o Gran Reserva no son sinónimo de calidad sino marketing puro en la gran mayoría de casos.
  5. Se práctico pero con estilo: Se trata de llegar a un “quórum” alrededor de una mesa donde se juntan generaciones diferentes y no hace falta ir a buscar vinos extremadamente singulares pero tampoco caigas en los sabores que habitualmente tomas de manera regular durante el año. Sal un poco de la zona de confort de los comensales. Igual que no comemos foie o marisco cada día no pasa nada por arriesgarse un poco y no beber un “verdejito fresquito joven”. Dispuestos a cambiar un poco, dale una oportunidad a esos vinos que no son tan mainstream y que por regla general suelen gustar por lo sorprendentes que son. Tres puntos enfrente al cuñado fan del “sota caballo rey”.
  6. No uses a los demás como conejillo de indias: Lo dicho, los experimentos los hacemos solitos o de la mano de alguien que controle. Si tú vas a llevarlo y a loarlo, mínimamente debes saber que llevas. Mejor si ya lo has probado anteriormente. La radiografía de si gustará más o menos es más sencilla con esa huella en tu memoria y sobre todo, si no termina de agradar al conjunto no lo interpretes como un fracaso y no des la culpa a quien te lo recomendó. Toma nota de las preferencias de tus comensales i no pienses solo en tu gusto.
  7. El servicio: Ya sabemos que en casa ajena no controlamos si tienen copas de vino o vasos duralex, eso se nos escapa, pero si es en tu casa donde se celebra el festín procura tener al menos dos tipos de copa para el vino. Hay buenos ejemplos en el mercado sin necesidad de pedir segundas hipotecas, eso sí, procura que sean mínimamente grandes y finas. Tócalas y mira los bordes. Huye de las rebabas gruesas o de aquellas copas pesadas y mira a través de ellas, no deberías ver distorsión de la imagen. Prohibido copas de color por muy trendy que te parezcan.
  8. La temperatura de servicio: Es uno de los temas con más miga del mundo del vino y da para todo un artículo empalagoso. Se hábil y actúa con lógica: 3 pistas rápidas sin matices. Espumosos jóvenes y blancos sin madera sírvelos frescos, que no bajen de 6 grados una vez abiertos. Es vino no granizado de vino. Blancos con madera o más maduros y espumosos de añada, entre 12 y 16º. Para los vinos tintos no los consumas a más de 18 grados, con el calor del hogar durante la cena y una vez servidos ya se pondrán a más temperatura ellos solos. Aquí menos es más.
  9. El brindis: Como son días de celebración, mayoritariamente descorcharemos espumosos en muchas mesas. Hazte un favor. Los espumosos jóvenes sírvelos de aperitivo, mejor un Brut que un Brut Nature aunque ambos funcionan bien. Aquellos que sean grandes espumosos, de añada, con cierta aurea especial, lujo o como tú quieras llamarlo, disfrutadlo durante la comida y por favor, jamás lo uses en los postres si no es un espumoso Semi o Dulce. Es una tradición muy castiza mezclar carbónico seco con azúcar de pastelería y suele arruinar ambas combinaciones y ni se lo merece el postre de la tía Conchi ni tu fastuoso champagne de 100 euros edición limitada con muchos doraditos en la etiqueta. Brinda con espumosos sin dulces cerca de la mesa.
  10. Compra con ayuda: Hoy más que nunca tenemos mucha información en diferentes medios para “conocer” a priori vinos que antes solamente de manera empírica podíamos acceder, aunque seguiré creyendo que mejor probarlo y decidir con tú criterio a dejarse influenciar únicamente por puntos o estrellitas. Sigue funcionando aquí el ensayo y error y es algo que vamos adquiriendo con el paso del tiempo y obviamente nos ayuda a decidir pero tampoco nunca antes hubo tantas tiendas especializadas en vinos como hoy. Ponte en manos de un profesional para que te ayude a tomar una decisión más segura en función de los parámetros que tú le plantees. Visitar una vinoteca es un buen ejercicio y garantía de más éxito. Los lineales de supermercados son más bien fríos y no inspiran mucha confianza por aquello del control de trazabilidad. Huye del 3 por 2 y de los nombres “simpáticos”.
  11. La verdad, está dentro de la botella.

Salud!

Yo traigo el vino