jueves. 28.03.2024

Unidad y Humildad

/img/periodico/img_15838.jpg

Las palabras con las que cerró ayer Pablo Iglesias el controvertido congreso de Podemos en Vistalegre fueron unidad y humildad. La división política castiga a sus protagonistas, y nunca sabremos si fue el miedo a ese castigo o la presión de las bases lo que devolvió el sentido común al partido morado, cuando parecía que estábamos a punto de presenciar una película gore. Nada que ver con Juego de Tronos.

 

Una de las cosas buenas de Podemos es que ha socializado el debate político. Una de las malas, que ha sido uno de los mayores contribuyentes a la política como espectáculo. Era muy necesario que mucha más gente participase de la vida política para superar el llamado régimen del 78, algo que otros también intentamos desde una posición de humildad y desde el trabajo desde abajo, aunque sin tantos altavoces.

 

Esos mismos altavoces y pantallas que otros no hemos tenido son los que se han convertido en la principal amenaza para el propio Podemos, cuando las diferencias incluso personales se retransmiten en streaming y se utilizan como arma en el juego, no siempre limpio, de las luchas por el poder. Y de la política: porque ¿hasta qué punto avanzamos o retrocedemos, si la gente se alinea en política con uno u otro en función de personalismos o de simpatías al estilo de los grandes equipos de fútbol? ¿En qué queda el debate de verdad, el de las ideas, el que permite reflexionar, actuar, avanzar?

 

Unidad es una palabra fácil de pronunciar, y difícil de articular, sobre todo entre las izquierdas, y empezando por la propia organización. La unidad hay que cultivarla, y cuanto mayor es una organización y más transversal quiere ser, a más sectores quiere llegar, desde la voluntad de ser partido ganador, más difícil es de manejar esa unidad, porque las contradicciones son mayores: aquello de que "no se puede tener contento a todo el mundo". La pluralidad o la diversidad, tan omnipresentes en la sociedad, son percibidas como una amenaza en muchas organizaciones, que acaban reduciendo la unidad al acatamiento, a la uniformidad. La unidad en la diversidad, como diría Edgar Morin, requiere de un nuevo aprendizaje en el que o se feminizan de verdad las organizaciones políticas y otros bastiones del poder, aportando una ética del cuidado cargada de valores como respeto, comprensón, empatía, constancia... o no vamos a ninguna parte, todo es más de lo mismo, y no hay nueva política que valga.

 

En cuanto a la humildad, qué decir. Supongo que es difícil ser humilde cuando hay tanta gente y tanto poder pendiente de ti y de tu organización. A nuestra escala, la humildad debería ser un valor inherente a la política como servicio al pueblo: siempre debe estar cerca de él, en la ética y en la estética. Es más, debería ser una especie de "prueba del algodón": en cuanto se percibiera que "los políticos" nos alejamos demasiado de quienes pretendemos representar, tendríamos que dejarlo. La humildad es un valor de clase, de gente trabajadora que aunque quiera llegar lejos y lo logre, siempre debe tener presente de dónde viene. Lo contrario de quien hace ostentación con el poder.

 

Pues bien, chicos y chicas, eso: unidad y humildad. En Madrid, en Vistalegre y también aquí, en nuestras islas, que buena falta hace. Porque además de gobernar bien, de servir a quienes nos han votado de acuerdo con valores de transformación, tenemos la obligación de no defraudar, de no convertir la esperanza de tanta gente que ha confiado en el cambio en hartazgo. Como activista de la izquierda mallorquina soberanista, me alegro que Vistalegre no haya sido una batalla campal y de que la sangre no haya llegado al mar. Deseo cuanto menos lo mismo a los compañeros y compañeras socialistas, que pronto tendrán también su cónclave. De todo se aprende.

Unidad y Humildad