martes. 19.03.2024

Los principios del buen viajero... y del buen residente

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Foto: Aina Serra

 

¡Ah!, viajar... Uno de los mayores placeres de la vida, sin duda. Soy la primera en definirse orgullosa como “viajera” en mi perfil de Instagram. Me encanta todo lo que ello conlleva: la preparación, la ilusión, ese cosquilleo al subirme al avión y todo lo que aprendo y crezco allá donde voy. ¿No sientes tú lo mismo?

 

Tal vez es entre este éxtasis y cóctel de emociones positivas que olvidamos que nuestro paso y estancia supone también un esfuerzo y gasto de recursos de la comunidad que nos recibe. Pero no solo eso, también solemos olvidar que al volver nuestros roles cambian, y por muy “viajera” que me sienta, también soy residente, y la responsabilidad de serlo y preocuparme por mi hogar es tan grande como la de respetar los destinos que visito.

 

¿Cómo puedo ser una buena viajera y residente a la vez? Muy sencillo: comportándonos como personas educadas y empáticas. ¡Qué sencillo suena y que rápido lo olvidamos! Como viajeros, debemos respetar tanto bienes materiales e inmateriales, así como las costumbres y tradiciones para sostener comunidades tan consumidas y tentadas por el espíritu capitalista.

 

Si lo que te gusta es conocer y experimentar cómo es la cultura en otros lugares, debes ser el primero en buscar, consumir y proteger productos y elementos locales. De lo contrario, nos encontramos con copias allá donde vamos: mismas marcas, mismas tiendas, misma comida, mismas costumbres, mismos eventos... No sé tú, pero a mí no me gusta estar todo el año ahorrando para gastar el dinero en ver, comer y comprar lo mismo que puedo conseguir en casa.

 

¿Qué más puedes hacer? Viaja con compañías que tengan una política de turismo responsable, busca alojamientos que sean éticos y ecológicos en su consumo y que no supongan un daño a la comunidad local. Pregunta, pregunta y pregunta ¡no te cortes! Acércate a los locales y pide qué lugares son los mejores para comer, dónde puedes comprar productos fabricados en la región, qué eventos culturales son los realmente típicos de la zona. ¡Hay mil y una maneras de cuidar y mostrar respeto por otras culturas y lugares! ¿Y cómo residente?

 

Una vez llego a casa, ¿cómo puedo asegurar que la gente disfrutará y cuidará de mis islas como yo lo he hecho en otros sitios? Estando entre los destinos líderes internacionales en el sector del turismo, no debemos olvidar que nosotros, los isleños, residentes y todo aquel amante de las islas, somos el principal ejemplo de cómo queremos que los viajeros se comporten.

 

Como  ejemplo ¿fuisteis a la playa el día después de la noche de San Juan? Muchas playas estaban a rebosar de basura, y no fue por los visitantes. Hace poco, al pasar por la plaza del Escorxador, una zona alejada del núcleo turístico, pude ver a jóvenes tirar desperdicios al suelo, sin inmutarse ni levantar la mirada por si hay una papelera cerca, a esos jóvenes los educamos nosotros, no los viajeros.

 

No debemos exigir tan solo mediante publicaciones en las redes que se respete y se cuiden nuestras islas: debemos respetarlas y cuidarlas nosotros mismos. Debemos quejarnos cada vez que vemos que no es así, acercarnos al viajero o al residente y pedirle que recoja el papel que acaba de tirar al suelo.

 

Debemos consumir y promocionar nuestra propia cultura y productos. Hay que apoyar proyectos e industrias locales. Explorar más otras zonas preciosas como Migjorn, Es Raiguer, o redescubrir la industria de las islas antes del turismo. Y volver a enamorarnos una y otra vez de nuestra cultura balear y esencia mediterránea. La importancia de exigir cambios políticos es incuestionable, pero de nada servirán si no van acompañados de un cambio de actitud por parte del residente.

 

Reivindicar y sentirnos orgullosos de lo nuestro es la mejor publicidad para atraer el tipo de viajero que todo lugar merece: uno que respete y quiera aprender y enamorarse de los lugares que visita, y no abusar de ellos. Recordemos como, según cuenta la historia, el Archiduque Luís Salvador al viajar a Mallorca se enamoró tanto de nuestra isla que compró los terrenos de la Foradada, y al ser alertado por sus compañeros del supuesto “precio abusivo” que pagaba por ello, él contestó que “con todo lo que había pagado no bastaba ni para comprar el agujero”.

 

Si el viajero puede valorar tanto el destino que descubre, lo mismo puede hacer el residente. En definitiva, la dicotomía de nuestros roles como viajeros y residentes se anula al entender que en ambos casos la actitud principal se basa en el respeto.

 

Si quieres leer más sobre Mallorca, viajes y otras culturas, no dudes en visitar mi blog Her island & beyond en www.herislandbeyond.com y encuéntrame en las redes como @herislandbeyond ¡Te espero! Aina

Los principios del buen viajero... y del buen residente