viernes. 26.04.2024

“No es ingeniero, pero es ingenioso”. Es una frase que se ha aplicado muchas veces a Melchor Mascaró, uno de los grandes empresarios que ha dado Mallorca en los últimos años, especializado en el mundo de la construcción y en las grandes infraestructuras.

 

De igual modo, una máxima que ha intentado aplicar a lo largo de su intensa actividad profesional fue siempre la siguiente: “Si una cosa tiene solución, la buscamos; si no la tiene, no vale la pena perder más tiempo ni preocuparse en exceso”.


Nacido en 1931 en Manacor, fue el menor de seis hermanos en una familia de Fora Vila, dedicada, por tanto, al campo. Un trabajo muy sacrificado, en el que escasean (si llega a haberlos) los días libres o de vacaciones. En todo caso, al menor de los Mascaró no le desagradaba aquella vida. De hecho, estuvo implicada en la misma hasta los 24 años.


Jovencito, con la formación mínima a sus espaldas, pero con un entusiasmo y una determinación que no abandonaría jamás en su vida, a temprana edad Melchor Mascaró adquirió junto a uno de sus hermanos Juan y a la suegra de éste un tractor-oruga, con cadenas.

 

Así, por cuenta propia, empezó a trabajar con gran entusiasmo modificando fincas (arrancando árboles, labrando la tierra a gran profundidad...) durante ocho años, en fincas de Manacor y alrededores. Incluso llegó a diseñar (y usar, claro está) un gran arado basculante.



“En aquel tiempo casi no se veían tractores, de modo que la gente nos esperaba como si llegara un circo. Nuestro trabajo era visto como un espectáculo, y yo –la verdad- me lo pasaba en grande”, recuerda emocionado. Para conducir semejante vehículo, Melchor tuvo que obtener un carnet especial, tras unos intensivos cursos para tractorista realizados en 1955 en Felanitx.

 

El Ministerio de Agricultura los organizaba para fomentar y potenciar la agricultura. Era el denominado Plan Especial de Capacitación Agropecuaria. El caso es que empezaron pocos y acabaron menos… Entre ellos estaba Melchor Mascaró, que ya mostraba especiales habilidades para la mecánica. “Aprendí cosas en aquel cursillo que muchos mecánicos de profesión no sabrían jamás. En ese cursillo, por ejemplo, pude ver y estudiar el primer motor de mi vida”.

 

Además, el aprendizaje en aquel caso estaba pagado, y bien pagado, a razón de cincuenta pesetas por día, cuando cualquier trabajo en Fora Vila no solía sobrepasar las veinte.

 

“Lo que iba ganando, lo ahorraba”, afirma. Ése, el ahorro, y la reinversión de los beneficios sería uno de los grandes pilares que harían de su empresa una de las referencias de Mallorca. Otro, sin duda, era el hecho de trabajar y trabajar sin desmayo. “Mi principal afición era el trabajo. Recuerdo que en alguna ocasión encadené dos jornadas de trabajo sin tiempo para dormir. La época de labranza se tenía que aprovechar debidamente. Empezábamos a trabajar a las seis y media de la mañana”.


En 1956, Melchor empezó el noviazgo con Antonia Martorell, que sería su esposa de toda la vida (contrajeron matrimonio en 1960) y madre de sus cuatro hijos: Antonia, María, Jaime y Juan.


En casa, la madre cosía y tejía jerséis y otras piezas de ropa a los niños para no gastar. La austeridad fue siempre un patrón de comportamiento en los Mascaró, tanto en la familia como en la empresa. “Mis padres han formado un buen tándem toda la vida”, afirma la primogénita, Antonia.  “En el año 55 hice un cursillo para tractorista, y además de formarnos, nos pagaban cincuenta pesetas al día”



Por su parte, Melchor Mascaró y su esposa se confiesan “orgullosos” de la unión que siempre ha mostrado la familia, en los momentos buenos, en los regulares y en los malos, que también los ha habido. “La unión hace la fuerza” ha sido el lema que define a la familia y a la empresa de Melchor Mascaró. La relación entre los hijos y sus padres es extraordinaria. “A pesar de estar juntos a lo largo de la semana en la empresa, mis hijos en fines de semana siempre hacen por coincidir”, afirma Melchor.


Desde un principio, la empresa empieza a hacer excavaciones y a adquirir maquinaria pesada, un hecho que, a futuro, siempre marcaría la diferencia respecto de la competencia en el sector. Era el factor diferencial de Melchor Mascaró.


En este contexto, Mascaró se decidió a comprar un segundo tractor. Era una época en la que todo escaseaba, y Mallorca, como isla, se veía desabastecida de mucha materias primas. Así las cosas, Melchor, acompañado de su motocicleta, se fue en barco hasta Valencia, y de ahí hasta Sevilla para comprar el vehículo. “Recuerdo que llovió mucho y que pasé un frío horrible, como nunca. En un momento dado, me bajé de la moto y me dediqué a correr unos cinco minutos para entrar en calor”.


Recuerda también que, al comprar el tractor, ya tenía obra contratada para amortizar la inversión o bien estaba a punto de conseguirla. Melchor Mascaró no dejaba nada al azar. De la misma manera que siempre ha estado a pie de obra, en los buenos y no tan buenos momentos.


Melchor Mascaró fue siempre exigente con él mismo y con sus hijos y empleados. Pero por muy mal que estuviera una situación o grave fuera un problema, él sabía estar, comportarse ante los suyos, nunca perdió los papeles. Para tratar a los empleados, en lugar de hacer una crítica directa, decía las cosas de un modo sutil, amable, para que el trabajador de turno rectificara. Y, normalmente, lo lograba.


Inteligente, emprendedor, audaz, valiente, tenaz, optimista… Él mismo reconoce, sin embargo, que la clave del éxito está en la constancia. “He trabajado mucho cada día durante las horas que hiciera falta, excepto los domingos… Eso sí, si tenía que ir a ver a algún cliente, iba”, matiza. Y su esposa, a su lado, concluye: “Como si eso no fuera trabajar…”. Nunca tomó vacaciones hasta casi los sesenta años. Su vida ha sido su trabajo.


Entre sus múltiples recuerdos laborales, uno le permite reseñar que, en los años sesenta, se pagaba el sueldo cada semana y en sobres. Nunca Melchor Mascaró dejó de cumplir ese compromiso, ni tan siquiera en los peores momentos. Por ejemplo, cuando hubo de afrontar una dura crisis en los años setenta. Pidió un crédito de ocho millones, “y tuve que devolver 23”, pero nunca dejó de pagar una nómina. Ése, el del compromiso con todos los empleados, ha sido otra de las máximas de Mascaró.


Otro hecho que da cuenta de la forma de ser de Mascaró en casa y en la empresa es que sus cuatro hijos, durante largo tiempo, tuvieron un sueldo inferior a los del resto del equipo directivo. Un momento clave en la vida de Melchor, que marcó un antes y un después, fue con la contratación del primer ingeniero, elección muy certera porque ambos se complementaron a la perfección: uno se ocupaba de los presupuestos y de toda la documentación necesaria para trabajar con la Administración y los clientes privados, mientras que el otro  se encargaba de la producción. Con el tiempo se fueron incorporando más técnicos. La compañía fue creciendo y pudo presentarse (de forma individual o bien integrada en una UTE) a concursos cada vez más importantes por su importe económico.  


Desde 1975, en todo caso, la empresa estaba constituida como Sociedad Anónima. Así, entre las obras acometidas por Melchor Mascaró individualmente o bien integrada en una UTE, destacan el Parc Bit, la depuradora en Maó-Es Castell (Menorca), la de Calas de Mallorca, Vilafranca, Artà, la ampliación de la de Pollença, Capdepera, el muelle del Port de Pollença, de Cala D’Or, del Club Naútico de la Colonia de San Pedro, el controvertido Palma Arena, las obras para la reapertura de la línea ferroviaria Inca-Manacor, además de un sinfín de urbanizaciones como Son Fuster, Son Ferragut, Ca’s Capiscol, Cala Marmacen, los polígonos industriales de Son Rossinyol, Son Valentí, Marratxí, Manacor …


En todo caso, siendo el mercado principal Mallorca, y realizando cualquier tipo de obra que surgiera en aquel momento, la empresa tuvo que ampliar sus ámbitos de actuación. “Había que estar atentos a todo”. Así, además de la construcción, abordó otro segmento del mercado, los servicios. Se inició en el mantenimiento de depuradoras y de carreteras, y la jardinería para el Ayuntamiento de Manacor, ya que en la empresa tenían experiencia en ese campo porque venían trabajando en el mismo en las diferentes obras.


Siguieron con la recogida de residuos, limpieza de calles, gestión de puntos verdes. Por otra parte, “al ser una empresa familiar, con una estructura muy plana, hemos sido lo suficientemente flexibles para cambiar con rapidez y adaptarnos a las necesidades del mercado”.


En su momento más álgido, la empresa Melchor Mascaró llegó a tener 1.000 empleados directos; en la actualidad, está en los 800. En los últimos años, como consecuencia de la durísima crisis económica, la actividad en la construcción es más competitiva y el precio ha sido el factor decisivo en cualquier obra, las dificultades para seguir adelante han sido muchas. Por ello, para Melchor Mascaró,  es un gran motivo de orgullo haber podido mantener estos 800 puestos de trabajo a pesar de todas las dificultades, precisamente porque la compañía –en su forma de ver- es mucho más que eso, forma parte de la familia.


Antonia  expone que una empresa como Melchor Mascaró que facturaba cien millones de euros no podía disminuir exponencialmente su nivel de facturación en un corto período de tiempo, porque hay unos gastos predeterminados que se tienen que cubrir sí o sí.  Así, uno se puede imaginar el ingenio que había que poner sobre la mesa ante la deuda que la Administración (o mejor dicho, de las distintas Administraciones) contrajeron con la empresa.

 

“Con la llegada de la crisis, tenían contraída una deuda con nosotros de 42 millones de euros”.  Por ello, en los años 2007-2008 los responsables de la empresa tuvieron que buscar nuevos mercados. Por ejemplo, Uruguay o Túnez.


Con todo, a pesar de las mil y una dificultades atravesadas en los últimos tiempos, en Melchor Mascaró hay palabras para la esperanza. “Aún arrastramos la crisis, pero hemos sabido capear el temporal, que ha sido muy fuerte y duro. Ahora estamos inmersos en rehabilitación de hoteles, en construcción de viviendas de lujo… Luchando, como siempre”. Conscientes, eso sí, del peaje personal y familiar que han tenido que pagar se plantean el paso de la tercera generación de los Mascaró a la empresa con dudas. “Ya se verá…”.

 


Toda la familia es igualmente consciente, en todo caso, de que Melchor Mascaró Riera es un personaje único, irrepetible. A los 65 años, se jubiló oficialmente, aunque de hecho nunca ha dejado de estar pendiente de todo lo que se vivía en la familia y en la empresa. Todos resaltan en él su bonhomía y su carácter emprendedor. Un carácter que forjó la historia de un gran empresario, hecho a sí mismo, que llevó a su empresa a lo más alto, sin renunciar a sus orígenes.

Melchor Mascaró: "No supe lo que eran las vacaciones hasta casi los sesenta años"