viernes. 19.04.2024

Cuando Socías y Rosselló se fundó en el año 1943, su padre, Juan Rosselló Roig, junto a su socio, José Socías Llabrés, abrieron La Industrial Agrícola Socías y Rosselló en el número 21 de la calle Manacor, un pequeño local desde el que estos dos hombres emprendedores levantaron un negocio que, hoy en día, es toda una referencia en Baleares.


Esta primera empresa especializada en la distribución de material de ferretería y maquinaria empezó a crecer rápidamente, lo que les obligó a trasladarse a un local más amplio en la misma calle Manacor. “Esta empresa
Juan Carlos Rosselló Reynés ayudó a industrializar Mallorca ya que traíamos maquinaria que vendíamos a los herreros, a los payeses… La financiábamos y también disponíamos de toda clase de herramientas de uso industrial y lo cierto es que todo esto ha funcionado muy bien hasta el día de hoy”.


Treinta años después, en 1973, fundaron Eléctrica Socías y Rosselló, a la que siguieron numerosas empresas que finalmente acabaron fusionándose en lo que hoy es Socías y Rosselló, con más de 250 empleados, una ubicación privilegiada en el Polígono de Son Castelló, ocupando una superficie de 40.000 metros cuadrados, tienda en Manacor, Ibiza y un amplio catálogo de servicios que abarca el suministro de material eléctrico, fontanería, sanitario, climatización, industrial y de construcción, iluminación, maquinaría, herramientas, cocinas, electrodomésticos, decoración…


Juan Carlos Rosselló se incorporó a la empresa con 16 años, “después me fui a estudiar a Barcelona pero al cabo de dos años volví porque no me gustaba. Después de hacer el servicio militar, me incorporé definitivamente. Éramos ocho personas y ahora ya superamos las 250”.


De aquella primera época, recuerda que “todo se sacaba adelante con mucho esfuerzo. Teníamos tanto trabajo que hacíamos lo que fuera necesario sin cuestionarnos nada. En aquel entonces, los clientes eran verdaderos amigos, teníamos una relación muy estrecha con ellos, incluso te invitaban a sus celebraciones familiares. Muchos de ellos venían a la tienda el sábado por la mañana y te invitaban a desayunar por lo que a veces íbamos hasta tres veces”.


Una de las anécdotas que ya forman parte de la historia de la empresa es como llegó a Mallorca la primera excavadora. Él y su socio, José Luis Socías, fueron a buscarla a Zaragoza junto al cliente. “Estábamos en pleno boom de la construcción y un cliente, que no conocíamos de nada, nos pidió una máquina excavadora. Decidimos irnos con él a comprarla. Cogimos un avión a Barcelona y al llegar no nos dejaban salir de la terminal, la policía registraba a todos los pasajeros, resultaba que se había fugado un preso de la cárcel de Palma, apoderado “El Torero”. Esto hizo que nos retrasara la llegada a Zaragoza. Cuando llegamos eran las diez de la noche.

 

Compramos la máquina y el cliente quiso volver esa misma noche a Barcelona. El cliente conducía el coche e iba detrás del camión que llevaba la excavadora. El caso es que se durmió al volante y acabamos en medio del campo. Perdimos el camión y cuando llegamos al puerto de Barcelona, estaba esperándonos hacía horas”.


Con 73 años de historia a sus espaldas, Socías y Rosselló ha atravesado momentos difíciles, como muchas otras empresas, pero “nunca hemos pensado en tirar la toalla”. Recuerda especialmente la crisis del petróleo: “Entonces no había dinero, las empresas empezaron a transformarse, empezamos a vender productos que no teníamos y surgieron otros negocios. Nos reinventamos, como se diría hoy en día. No teníamos ni un duro, pero había que seguir luchando por todo esto y al final se solventó porque tanto los políticos, como los empresarios y trabajadores dieron el callo. Hoy en día es más difícil salir de la crisis, hay más intereses creados y la globalización ha propiciado que el mundo sea más complicado. Todo tiene que hacerse rápidamente y a lo grande”.


No hay duda de que la empresa ha evolucionado mucho, “nos hemos tenido que ir adaptando a las circunstancias para seguir creciendo y superar los obstáculos. Por ejemplo, nosotros nos suministrábamos en gran parte en el País Vasco, pero cuando empezaron los problemas políticos, las huelgas… No tuvimos más remedio que abrir nuevos horizontes y entonces nos fuimos a Alemania.



Empezamos a crear lazos con ellos para poder traer sus productos a Mallorca y, al final, adquirimos mucho material desde allí, siendo los pioneros. En aquella época era tarea difícil conseguir una licencia de importación”.

El negocio seguía creciendo y la calle Manacor se quedó estrecha, así que cuando surgió el proyecto de ASIMA no se lo pensaron dos veces.

 

“Yo tenía entonces unos veinte años y viví todo el proceso. La creación de ASIMA fue una locura impensable (aunque maravillosa). Mi padre fue uno de los primeros fundadores”. Explica que “por aquel entonces todo se concentraba en las Avenidas, almacenes, bancos, talleres y con ASIMA llegó la gran solución: el traslado de toda esta industria a las afueras de la ciudad. Los comienzos fueron difíciles ya que ni siquiera existían carreteras para llegar allí”.


No duda ni un segundo en afirmar que si hay algo que siempre le ha motivado a seguir adelante con la empresa, “son las familias que dependen de ella, sintiéndose responsable de su bienestar. El empresario tiene que intentar que haya buena sintonía entre todos”. En este sentido, asegura que hay empresarios de todo tipo y que “actualmente estamos mal vistos, pero hay que tener en cuenta que nuestra función es dar trabajo, intentar que la economía crezca, seguir evolucionando y la única manera de conseguirlo es hacerlo conjuntamente con tu equipo. El empresario es la máquina que lo mueve todo. Pero se tiene que tener muy claro que aunque seas el propietario no tienes derecho a hacer lo que quieras dentro de ella”. También, opina que es muy importante el rol que desempeñan las mujeres, los consejos que pueden darte pueden influir a la hora de tomar decisiones. Las mujeres en nuestras empresas son muy valoradas”.


Actualmente Socías y Rosselló está dirigida por la tercera generación, el hijo mayor, Juan Carlos Rosselló Gual de Torrella; y la hija del que fue su socio, José Luis Socías, Esther Socías Gili. Con el extraordinario sentido del humor que le caracteriza comenta que se jubiló hace ya tiempo. “Me fui con sesenta y pico porque aquí no


cabemos todos. Hay que saber irse, la transición se tiene que hacer con alegría. Somos afortunados de tener unos hijos que se pueden incorporar a la empresa, que están bien formados, que les guste y que lo hagan bien. No sirve de nada que siga agarrándome a la silla”.


No tiene ningún cargo en la empresa, ni tan siquiera honorífico, aunque mantiene su despacho en el que guarda una bonita colección de coches en miniatura y al que acude un par de horas a diario, pero sólo “para leer la prensa, y hacer gestiones personales”.


La clave para saber retirarse a tiempo y disfrutar es “preparar el retiro, saber a qué te vas a dedicar después de la jubilación para que no resulte traumática. Salgo a caminar, viajo, juego a dominó con los amigos, voy al cine, pero lo que más alegría me da es estar con mis cinco nietos”. Si hay algo que echa de menos del pasado es la tranquilidad con la que se vivía en Mallorca.

 

“La función del empresario es hacer que la economía crezca, crear puestos de trabajo, seguir evolucionando y eso hay que hacerlo de manera conjunta con tu equipo”

“Los empresarios estamos mal vistos, pero nuestra función es dar trabajo y que la...