viernes. 26.04.2024



El grupo de investigación en Biología de las Plantas en Condiciones Mediterráneas (PLANTMED), de la Universitat de les Illes Balears y el Instituto de Investigación Agroambiental y de Economía del agua (INAGEA), y Agroilla, SAT, participan en el proyecto europeo TOMRES con el objetivo de mejorar el cultivo de tomate y reducir el impacto ambiental de la actividad agrícola.

 

El proyecto se inició en 2017, año en que se evaluó el efecto que tiene el cultivo con la mitad de agua y nutrientes sobre 250 variedades de tomate de todo el mundo cultivadas al exterior, a la finca agrícola experimental de Agroilla en Ariany.



En la última reunión del TOMRES, que tuvo lugar en Liubliana (Eslovenia) el mes de marzo de 2018, se utilizaron los datos producidos por la UIB para seleccionar las cuarenta variedades con más resiliencia al estrés hídrico y de nutrientes, es decir, las menos afectadas por estas restricciones en el cultivo.



Este «top 40» está siendo utilizado por el resto de integrantes del proyecto (hasta 25 instituciones de investigación de todo Europa) para proseguir en la investigación que permita conseguir en un futuro cercano un mejor tomate con un sistema de cultivo más eficiente.

 

Cinco variedades diferentes de tomate de ramellet se encuentran en este «top 40», hecho que demuestra la selección ancestral que se hizo a las Baleares para adaptar este tomate local en las difíciles condiciones de cultivo de los siglos pasados.



El tomate es el segundo cultivo hortícola más producido al mundo, sólo superado por la patata. En Europa, la producción de tomate tiene lugar principalmente en países mediterráneos. De hecho, entre los diez mayores productores mundiales se encuentran cuatro países de la cuenca mediterránea: Turquía, Egipto, Italia y España, con un total de más de 31 millones de toneladas el 2016, cifra que supone casi una quinta parte de la producción mundial.



Atendidas las predicciones de cambio climático los próximos años, la sequía afectará de forma sensible el Mediterráneo, con una notable afectación sobre la producción agrícola, y en particular los cultivos hortícolas, con una mayor demanda de agua.

 

Por otro lado, el exceso de nutrientes supone tanto problemas para el medio ambiente como un encarecimiento del proceso de producción. Por este hecho, hay una necesidad imperiosa para conseguir adaptar los cultivos, especialmente los hortícolas, a un sistema que requiera menor cantidad de agua y de nutrientes. De hecho, la adaptación del tomate a un cultivo en estas condiciones es uno de los objetivos básicos del TOMRES.



Por otro lado, y en parte por su importancia como cultivo al nivel mundial, el tomate se ha convertido los últimos años una planta modelo para la ciencia, especialmente en cuanto al conocimiento de la formación, el desarrollo y la composición de los frutos carnosos.

Hay todavía un gran desconocimiento en relación con cuáles son los genes importantes que permiten adaptar los cultivos a condiciones más restrictivas de agua y nutrientes.

 

Por eso, proyectos como el TOMRES tienen como objetivo el estudio de las variedades locales adaptadas a climas y condiciones adversos, con el fin de detectar cuáles son los genes responsables de la dicha adaptación y permitir crear las nuevas variedades a partir de variedades locales que los traigan. Además, la detección de estos genes permitirá guiar igualmente la mejora otros cultivos hortícolas, no necesariamente emparentados con el tomate.



La importancia del cultivo de tomate en invernadero viene tanto del hecho que se puede producir tomate fuera de la temporada de verano como que se puede producir en países con condiciones climáticas poco propicias.

 

Aún así, también ha permitido hacer un cultivo hortícola de forma intensiva, hecho que en muchos de casos ha ocasionado problemas relacionados con contaminación de suelo y acuíferos por exceso de adobos, y concentración de gran cantidad de enfermedades al suelo, hasta el punto de hacer poco eficiente o inviable continuar cultivando en aquel lugar.

En parte por eso, y en comparación con el cultivo exterior, el cultivo en invernadero ha sufrido un importante proceso de tecnificación para poder optimizar el agua y los nutrientes aportados por kilo de tomate producido. Además, en las últimas décadas es frecuente también el cultivo del tomate en invernadero «sin suelo», dentro de sacos de plástico con un sustrato inerte (frecuentemente fibra de coco), cosa que permite minimizar las enfermedades del suelo y potenciar todavía más el control de la dosis de riego y de fertilizante aportado a las plantas.



Por otro lado, el cultivo del tomate injertado sobre un pie –portaempelts– comercial, igual que en otros cultivos, se utiliza desde hace décadas para mejorar la resistencia de la planta a las enfermedades relacionadas con el suelo (en especial los nematodos), y para mejorar el vigor y la producción.

 

A pesar de que también se usa en cultivo a exterior, el injerto es una técnica de uso general para variedades y ciclos de cultivo en invernadero, donde se intenta maximizar la producción por planta y por unidad de superficie. La selección de nuevas variedades de tomate ha ido en buena parte encaminada a conseguir cultivars específicamente adaptadas al cultivo en invernadero y a los diferentes ciclos en que se cultivan a lo largo del año. En paralelo, los milloradors también han tenido que crear gran cantidad de portaempelts, adaptados tanto a estas nuevas cultivars como las nuevas condiciones de cultivo desarrolladas a los invernaderos.

El tomate de ramellet no ha sido una excepción a la pedida de variedades para cultivo en invernadero e injertadas. Por eso se pueden encontrar en el mercado un cierto número de variedades y híbridos de estas cultivars locales que se han seleccionado para producir en estas condiciones, los cuales llegan a duplicar o triplicar la producción de una tomatiguera de ramellet cultivada de forma tradicional, cosa que permite venderlas a un precio inferior.

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