jueves. 28.03.2024

Una especie en extinción, un icono, el símbolo de toda una época en cualquier destino de España representa la cabina telefónica, abocada a su desaparición definitiva por el empuje de las nuevas tecnologías, que han modificado los hábitos y formas de comunicación.

 

La alarmante falta del uso de las cabinas telefónicas y su nula rentabilidad anidan detrás del reciente borrador de decreto del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital que eximirá a Telefónica de la obligación de mantener este servicio, lo que situará al borde del abismo a este popular mobiliario urbano.

 

En España quedan algo más de 17.000 cabinas. Sin embargo, constituye una estampa romántica y nostálgica, en todo caso anacrónica, la contemplación de un usuario en su interior, una imagen corriente hace no tanto tiempo junto a las colas en espera de turno.

 

Atrás queda más de medio siglo de este popular habitáculo que fue instalado en 1966 por primera vez en España, aunque de 1928 data el primer locutorio público, que funcionaba con fichas en vez de monedas, en el Viena Park (hoy Florida Park), un establecimiento situado en el madrileño Parque del Retiro junto al Paseo de Coches.

 

 

Las conversaciones íntimas, las citas clandestinas, la cháchara tranquila, la parla sin prisa y las gestiones necesariamente anónimas encontraron un aliado idóneo en estas peceras rectangulares, traslúcidas y cerradas, lejos del bullicio de los recintos públicos y las escuchas indiscretas de los locutorios.

 

El 88 por ciento de los españoles jamás ha utilizado una cabina, según un estudio de la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia (CNMC), y en torno a la mitad de ellas no realizan ninguna llamada, según fuentes de Telefónica consultadas por la Agencia Efe.

 

Ajeno al espíritu costumbrista, insensible a la gracia y estética del paisaje urbano, el mercantilismo ha puesto fecha de caducidad a un emblema para el que ya se buscan soluciones, un destino que pasaría por la habilitación de puntos de información turística con la connivencia de las nuevas tecnologías y de los ayuntamientos.

 

 

La segunda oportunidad pasaría también, como ya se proyecta, por su transformación en puntos de acceso a wi-fi e Internet, el repostado eléctrico de vehículos, el depósito y recogida libre de libros, y la recarga de suministros portátiles.

 

Otros posibles destinos pasarían por la condición de material de desecho o bien como elemento decorativo u ornamental previa venta a particulares como se ha hecho en circunstancias similares con otro tipo de elementos que han pasado a engrosar la estirpe social del vintage, demodé o la apoteosis de lo rancio.

Adiós a las cabinas telefónicas