jueves. 25.04.2024

Un marrón más que un palacio

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El Palacio de Congresos de Palma va camino de convertirse en un culebrón por capítulos que nada tiene que envidiar a cualquiera de estas clásicas teleseries interminables con argumentos surrealistas.

 

Si alguien se hubiera dedicado a escribir el guión de esta obra no habría tenido tanta imaginación como para darle tantos giros diferentes al tema.

 

No me extraña que los ciudadanos vean el edificio en si como 'un gran mamotreto', un 'adefesio', un 'pegote' y todos los grotescos sinónimos que se nos ocurra pensar en un plis plas.

 

Lo que podría ser y debería ser en un futuro un aliciente económico de primer orden para nuestra economía se ha convertido en el objeto de burla de muchos y en el hastío de otros.

 

No voy a recapitular desde el inicio de los tiempos el accidentado viaje de esta obra. Tampoco voy a entrar en su conveniencia o no en los momentos en los que se empezó.

 

Ni siquiera cuestionaré si es mucho o poco el dinero público que se ha enterrado entre sus muros. Hasta haré el esfuerzo de no meterme en si la gestión futura tiene que ser pública, mixta o privada.

 

Simplemente voy a pedir a nuestras autoridades, a los técnicos, a los constructores, a los instaladores, a los gestores un concepto: celeridad. Ya no podemos esperar más. Cada mes que pasa con este edificio cerrado los mallorquines dejamos de recibir un impacto económico de 5 millones de euros.

 

Ya puestos, voy a realizar otra petición, que por pedir no quede aunque ya hayan pasado los Reyes Magos. Desearía, como muchos mallorquines, que se tenga claro lo que se tiene que hacer con el Palacio. Que no pase lo mismo que con otras monstruosas inversiones públicas a las cuales no se les saca después ni rendimiento económico ni social.

 

Lo cierto es que en estos momentos el Palacio se ha convertido en un auténtico marrón. Quienes tienen que decidir su futuro se juegan mucho. Para empezar se juegan su credibilidad ante la ciudadanía. Tienen que demostrar que una inversión faraónica como esta tendrá también repercusiones positivas sobre el turismo, el comercio, la restauración... Los números dicen que sí pero después ello tiene que venir refrendado con una gestión eficiente.

 

El Palacio es un marrón porque aunque se trabaje mucho y a destajo costará lo suyo arrancar su gestión y llevarla a velocidad de crucero. Es un marrón porque, a pesar de todo, la gente de la calle aún ve esta mole como un extraño en la ciudad. Ciertamente cambiar esta imagen será una labor ardua.

 

Como decía antes es un marrón. Quien sea capaz de transformar este marrón en una oportunidad habrá triunfado. Es más, si llegamos a este punto Palma y Mallorca triunfarán con un Palacio de Congresos que necesitamos y por qué no, también merecemos.

Un marrón más que un palacio