viernes. 26.04.2024

Las dos caras del Euro

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Aunque las medidas de estímulo a la economía promovidas por el Banco Central Europeo provocaron inicialmente división de opiniones en los mercados, las bolsas del viejo continente han reaccionado tarde, pero con fuerza, gracias a la elevada ponderación del sector bancario sobre los índices bursátiles y la reacción al alza de los hidrocarburos.

 

La apuesta de Mario Draghi por las políticas monetaristas, para revitalizar la débil economía de la zona euro, no son suficientes ni sostenibles si el aumento de liquidez y de crédito no viene acompañado de reformas estructurales que consoliden el crecimiento y dinamicen la creación de empleo.

 

Con  los tipos de referencia más bajos que nunca y duplicando el castigo sobre la facilidad de depósito bancario, los créditos son la mejor opción para la rentabilidad del negocio financiero, así como un balón de oxígeno para las familias y las empresas, que permita recuperar el tono de crecimiento que precisan las economías occidentales.

 

Con más circulante y más barato, la presión sobre la inflación y la conversión de la divisa harán más competitiva nuestra producción y las exportaciones también contribuirán al calentamiento de nuestra riqueza, a pesar de que la apreciación del euro sobre el dólar parecía un hecho consumado e irreversible.

 

Solo algunos ortodoxos podrán objetar las medidas adoptadas por el instituto emisor, aunque la senda iniciada el año pasado con la compra de deuda pública no podrá mantenerse mucho más tiempo, porque los márgenes de maniobra ya son mínimos o nulos.

 

Mientras tanto, la decidida actuación del gobernador del BCE es muy positiva, sobre todo para economías tan dependientes del sector servicios, en el que la disponibilidad y la facilidad para acceder a créditos posibilitan el aumento de la demanda y la modernización de la oferta, en un sector como el turístico, del que somos tan dependientes.

 

Por contra, la banca se verá obligada a afrontar nuevas alianzas y a reducir costes fijos para compensar el escaso margen de negocio que se deriva de un Euribor en negativo y con pocas probabilidades que repunte a corto plazo.

 

Si a un margen de explotación menor, le sumamos la tecnificación que ha traído de la mano al dinero electrónico y la digitalización de los servicios que se prestan, no parece desencaminada la Fundación de Cajas de Ahorro cuando apuntaba hace unos días que la infraestructura bancaria se verá obligada a reducir 3.000 sucursales y destruir 15.000 empleos durante los próximos tres años. 

 

Lo que sí parece obvio es que estas repetidas prácticas de estímulo serán inútiles si la confianza en la gestión económica global y de cada Estado miembro se pone en peligro por la intervención de políticas populistas o la constitución de gobiernos débiles.

 

Por pésimo cartel que tenga el mantenimiento de medidas para la contención del déficit público, Europa no va a permitir la más mínima relajación en el cumplimiento de los objetivos, menos aún si los británicos abandonan la Unión de  28.

 

Así pues, solo  la lucha contra el fraude, la eliminación de gastos superfluos o duplicados, la corresponsabilidad en los servicios públicos, el aumento de la productividad o la cohesión territorial permitirán disponer de recursos para la inversión productiva.

 

Con flexibilidad laboral, e invirtiendo  en calidad e innovación,  se logrará la creación de empleo estable y sostenido, sin tener que reeditar el crecimiento especulativo que nos trajo  a la crisis actual. Solo así, y reduciendo la presión fiscal y la burocracia administrativa, lograremos dejar atrás una recesión que nos sigue amenazando, aunque algunos parece que no se quieran dar cuenta.

Las dos caras del Euro