sábado. 20.04.2024

Momento maravilla. Momento Malvasía: Momento Ambrassía

Aquellos seres que mantienen su sueño, acertado o erróneo, que de todo tiene que haber en la viñas que planta el ser humano y la naturaleza protege, tienen una visión iluminada, eufórica, que impregna la vida de emoción.


Tomeu Isem y familia han creído que la Malvasía, la que ellos cuidan en la zona del valle de Estellencs, recibiendo los vientos marinos que vienen del oeste, aquella uva que ya los griegos y los romanos cuidaban. Todo un mundo con el que dialogar y que puede ofrecer  un complejo universo en el que encontrar la verdad necesaria a cualquier vino que quiera trasmitir el sentido último de la tierra. El sentido último del vino que no sólo es el del ser bebido, sino que nos deje un recuerdo imborrable y que muy pocas veces llegamos a encontrar.


Dos hectáreas que cuidan con esmero son las que les sirven para recoger las uvas que luego trasforman con parsimonia en los vinos que embotellan. Viñas a 200 metros sobre el nivel del mar. Poca producción pero que en el caso del Ambrassia, vino dulce de la Sierra de Tramuntana, añadan el  aliciente de la escasa producción, como si de un narrador con poca obra pero fundamental, como en el caso de la reciente fallecida Harper Lee, o de uno de esos casos de director de cine de una sola película, como Charles Laughton o Marlon Brando.


Elaborando bajo el sistema de crionizando del grano. Este sistema prefermentativo consiste en bajar la temperatura de la vendimia recién estrujada y despalillada, justo después de la separación de las uvas del raspón, de esta manera se consigue aumentar la solubilización de los aromas del mosto, sin extraer demasiada astringencia al no existir el alcohol como disolvente en el medio. Los resultados de estos trabajos suelen aportar a los vinos aromas muy intensos, consiguiendo que aquellos aromas primarios procedentes de la uva se expongan, mostrando la calidad de la uva. Lo que en este caso hace de Ambrassía un vino que presenta tal cantidad de matices que en algún momento de su lenta degustación nos recuerda, y sorprende vivamente, aromas de viejos champagnes , lo que me ha descolocado y hecho que no pueda olvidar al vino durante muchos días.


Su cuerpo redondo pero no ancho ni cargado de alcohol, lo hacen un buen entretenimiento durante muchos momentos del día. Glicérico, de elegancia mediterránea, es decir. Dulce pero no empalagoso, serio pero no categórico, amable pero sin traición.


Son estos vinos pequeños, por el número de botellas elaborada no por su categoría enológica que encierran en su ADN, los que emocionan porque realmente suponen el triunfo del esfuerzo del sueño mantenido y realizado por su autor.


Las pequeñas obras si  tenemos la fortuna de descubrirlas se abre la puerta al reconocimiento, pero  además el valor de un trabajo así, más allá de su valía como vino atemporal,  es el de hilar con el trabajo de muchísimos productores silenciosos que hacen dignamente y con genio su trabajo diario.


Seguramente Ambrassia nunca será un vino popular. La cantidad e botellas que se realizan lo hace muy complicado. Pero sería una tremenda injusticia si alguna vez volvemos a encontrarnos con una de las pequeñas botellas de 500 ml, que no nos la lleváramos a casa para dialogar durante el tiempo que podamos resistir la tentación, y escuchar lo que tiene en su interior. Esas historias que el vino, cuando es emocionante y profundo, es capaz de contarnos, donde se une el trabajo del hombre y la voz de la tierra.


De boca segura, las moscateles que dan alma a Ambrassia mantienen esa acidez que lo hace fresco y persistente en el tiempo. Vino que podemos mantener abierto mucho tiempo sin que se transforme su estructura olfativa, cosa que hace que nuestro acercamiento a los vinos dulces pueda ampliar nuestra bodega casera. Pues nos permite ir intercalando las diversas degustaciones y viajar de zona a zona, de uva a uva, de dulzor en dulzor profundo.


Los vinos deben de expresar en su interior la tierra que les contiene. Aquellos que simplemente remedan sabores de laboratorio pueden servir para quitarnos las ganas de beber, pero nunca aportaran la otra parte necesaria para quedar en nuestra memoria y así poder ir haciéndolos nuestros durante el tiempo que podamos ser compañeros de viaje. Ambrassia es un viaje pausado por caminos sin asfaltar de una Sierra que huele a mar y almendra. Huele a vida lenta, de la que no podemos desperdiciar ninguna gota, porque el sol aunque regrese día a día, nunca calienta con la misma intensidad que cuando lo sentimos sobre nuestra piel de brazos desnudos. Un paseo con Ambrassia en la retina gustativa nos pone más en paz con el mundo. Ayuda a equilibrar el pensamiento.

Tomeu Isern y los suyos han encontrado un camino para acercarse a la infinidad de la memoria placentera, han creado un vino magnífico, envolvente, dialogador y con recursos. Vamos, como para no perdérselo.

 

Momento maravilla. Momento Malvasía: Momento Ambrassía
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