El Partido Popular espera que la opinión pública comulgue con el patético argumento de que como Rita Barberá deja el carnet del Partido Popular, "no hay caso". Que aquí no ha pasado nada, que el gesto "la honra", y que el PP es un partido limpio, tan limpio como las manos limpias de cierto sindicato de ultraderecha.
En ese hilo argumental hay un pequeño fallo, porque resulta que es el mismo PP, que ya conocía de las acusaciones que pesaban sobre Rita Barberá, que la premió con un sillón en el Senado. El mismo PP que ahora la alaba por dejar el carnet del PP aunque no el escaño: que no hace falta, que Rita es una santa y que ya veremos cuando se demuestre que ni ella ni la mitad del que fuera su consistorio acusado de corrupción tienen nada que ver con la corrupción.
Y es que el problema del Partido Popular no es ni Rita, ni Matas, ni Bárcenas, ni las decenas de cargos imputados por corrupción: es el propio PP. Porque al final, todo apunta al entorno de Rajoy, a Génova 13 -el último, Matas hace unos días con su presunto pacto con la Fiscalía-, y a una determinada manera de hacer, que convierte el fenómeno de la corrupción en algo sistémico en lo que al PP respecta.
Razón de más para que los partidos con opción a formar una mayoría de gobierno alternativa a la de Mariano Rajoy corran a ponerse de acuerdo, y abandonen la zona de confort de unas estrategias pensadas por y para sus respectivos partidos y bolsas de votantes. Aunque sean estrategias sin ánimo de lucro, a diferencia de los amigos de Soria.
Y en nuestro caso, además de hablar, podemos hacer. Porque si la Sra. Barberá no fuese aforada, es decir, no abusara de ese privilegio que tenemos también las y los legisladores autonómicos, otro gallo cantaría. También aquí en nuestra comunidad hemos visto en demasiadas ocasiones cómo se aprovechava el aforamiento para evitar la justicia ordinaria frente a acusaciones graves de corrupción. Modifiquemos el Estatut, hagámoslo por unanimidad, y pronto.
