viernes. 19.04.2024

No es cuestión de gestoras, sino de democracia

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Pedro Sánchez, quien al principio me pareció un candidato de laboratorio, ha resistido hasta este sábado las presiones de poderes fácticos y mediáticos tanto externos como de su propio partido, para impedir que liderase la conformación de una mayoría alternativa a la de Mariano Rajoy.

 

Vaya por delante mi reconocimiento, pero las portadas unánimes de la prensa del día, que apuntan a que Rajoy va a volver a ser presidente en breve, nos confirman que lo del sábado en el Comité Federal no fue una simple batalla interna, sino la culminación de un "golpe" en el que lo que se jugaba era el gobierno de España.

 

El problema no era Pedro Sánchez, o en todo caso Pedro Sánchez era un problema primero, porque ni seguía el guión de los González, Díaz y Fernández-Vara, ni leía las editoriales de El País; y segundo, porque planteaba que algo de tal envergadura y que podía llevar a un partido de izquierdas a facilitar un gobierno de la derecha más recalcitrante y corrupta, deberían decidirlo las bases del PSOE.

 

El sábado no aguantó el pressing, y las estructuras de poder que están en juego son de tal magnitud que los defensores del establishment han demostrado no tener ningún tipo de escrúpulo en destruir no sólo a un candidato, sino a uno de los principales actores políticos de estos cuarenta años de presunta democracia como ha sido, con sus virtudes y con sus defectos, el Partido Socialista.

 

No es una gestora la que solventará el problema, ni el de España ni el del PSOE. Ambos tienen que ver con la democracia y con una de las consignas más presentes en el 15M: no nos representan. Si Rajoy es presidente, no lo será por mérito propio, ni por su capacidad de llegar a acuerdos, sino por el gran despliegue de intereses de la oligarquía y los poderes económicos. Y si la gestora lo permite, a espaldas de la militancia, será cómplice de tamaño despropósito, y de la autodestrucción de un partido com más de 100 años de historia.

 

Se augura una nueva vuelta de tuerca de centralismo y recortes dictados desde Madrid, que vamos a pagar de nuevo los de siempre, a costa del sufrimiento de mucha gente. Se cierra cualquier opción de diálogo entre Catalunya y España, y el procés gana aún más sentido porque ¿quién va a querer quedarse en Españistán?

 

Finalmente, me preocupa que con la caída de Sánchez y el viraje definitivo del PSOE, que lo lleva a la marginalización a no ser que se imponga un milagro (democrático) de último momento, los poderosos se aseguran por una larga temporada que las aritméticas electorales beneficien a la derecha, porque a la izquierda va a ser difícil que los números salgan. Una jugada maestra, pronto empezaremos a ver quiénes y cómo son premiados por su gran servicio a la patria.

No es cuestión de gestoras, sino de democracia
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