sábado. 18.05.2024

Trump

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Las elecciones en los Estados Unidos están a la vuelta de la esquina, aunque ya nada es igual desde que la primera potencia económica mundial es la república del China del capitalismo extremo. Lo único nuevo en el horizonte, tras el primer gobierno de un afroamericano al frente de la Casa Blanca, es que un blanco rico, racista, amigo de Putin, misógino y maleducado pueda ser la "alternativa".

 

Los activistas, los analistas, los demócratas, e incluso una parte de los republicanos, se rasgan las vestiduras: hace meses, con la mera posibilidad de que Trump pudiera ser candidato. En las últimas semanas, con el escaso margen de votos que lo separan de la candidata demócrata, Hillary Clinton. Nadie se lo explica.

 

En Europa tampoco nos lo explicamos, aunque tampoco hay grandes análisis sobre por qué Marine Le Pen puede ganar pronto en la cuna de la Revolución francesa, por qué en los últimos comicios en Alemania la derecha de Merkel es superada por la ultraderecha, o por qué el Brexit más que un drama para Europa es un drama en el sentido que sus partidarios se mueven entre el odio y el miedo a la inmigración. Eso, por poner solo unos ejemplos. Yo sigo sin explicarme por qué no se nos rompe el alma cuando ya hemos perdido la cuenta de los miles que dejamos morir en el Mediterráneo, o las decenas de miles que malviven en los campos de refugiados de las fronteras de la Europa de los derechos humanos y sin fronteras.

 

Si nos vamos a los años veinte y treinta del siglo pasado, los manuales de historia explican a la perfección cómo y porqué nacieron los fascismos. Eran, ante todo, una respuesta a las previsibles revoluciones, como la república de Weymar y el levantamiento espartaquista en Alemania, o la II República española (con su correspondiente reforma agraria): mejor promover populismos que mantuvieran los intereses de las oligarquías y apuntasen al "enemigo" equivocado (los judíos, los rojos...) que permitir gobiernos revolucionarios y de cambio.

 

En Estados Unidos se libraron del fascismo porque se optó por otra receta, por el New Deal de Franklin Delano Roosevelt, con un fuerte liderazgo e intervencionismo de los poderes públicos para corregir los fuertes desequilibrios económicos y sociales, algo hoy en día muy mal visto desde el pensamiento único neoliberal, y probablemente más necesario que nunca.

 

Pero hoy, a un lado y otro del Atlántico, y cuando las recetas impuestas son las mismas, gobierne la izquierda o la derecha, volvemos a las andadas. Y en Estados Unidos Hillary Clinton es más Nixon que Roosevelt. Por eso Trump cuenta con el apoyo de las clases populares blancas, tradicionalmente abstencionistas (frente al activismo de las mal llamadas minorías y colectivos de defensa de los derechos civiles), cansadas de "más de lo mismo".

 

Aunque Trump sea un histriónico impresentable, es "diferente" al "más de lo mismo" encarnado por Clinton, y el american people está tan hastiado que puede votar cualquier cosa. Recuerden que a Hitler también lo votaron. Mi pronóstico para las elecciones de este martes se basa en el pesimismo de la razón, y no es bueno. Espero equivocarme.

 

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