Los escándalos, la corrupción y la sensación de impunidad han hecho un daño incalculable a la Administración Pública (nacional, autonómica, municipal) que va más allá del valor económico. Entre otras cosas porque se ha transmitido una pedagogía nefasta al conjunto de la sociedad, al tiempo que se ha menguado el prestigio y la legitimidad de las instituciones. La constitución del Consell de Responsabilidad Social Corporativa es el primer paso necesario para la recuperación de dicho prestigio, un camino que en ningún modo debe tener retorno.
Por parte del sector público, urge poner en práctica la necesaria transparencia, recuperar la coherencia entre lo predicado y lo realizado, y la recuperación del sentido de la responsabilidad para que toda la sociedad en conjunto asuma su cuota parte. Para ello, es necesario empezar por quienes nos representan, exigiéndoles prudencia, austeridad y moderación en contrapartida de los insultantes comportamientos que diariamente vamos conociendo, frente a quienes lo tienen todo perdido y viven situaciones dramáticas y sangrantes.
Por parte de las empresas, la responsabilidad y la ética en los negocios debe corresponderse con un estilo de gestión que impregne el alma de la misma y de este modo actuar con coherencia, en la línea de explicar cómo se generan los ingresos, en lugar de explicar en qué se gasta, único modo para alcanzar la auténtica excelencia y con ello la competitividad, indispensable para crear empresas sostenibles a largo plazo. Por parte de la sociedad, ésta deberá avanzar en la toma de conciencia, la denuncia y la exigencia, premiando o castigando los comportamientos buenos o malos de instituciones, organizaciones y empresas.
Otro reto importante es conseguir que las empresas pequeñas, medianas, o las microempresas se incorporen al fenómeno de la RSE, ya que si estás no lo hacen no podrán desarrollar todo su potencial, y tampoco la RSE podría llegar a una parte muy significativa de nuestro tejido empresarial. Al contrario de lo que puede parecer, las pequeñas y medianas empresas se encuentran bien posicionadas para desarrollar políticas de RSE; y las prácticas de RSE, a pesar que no siempre están identificadas como tales, son habituales en muchas de ellas.
Esta buena posición se produce porque como empresas de proximidad las PYMES habitualmente tienen una relación estrecha con la comunidad en la que desarrollan su actividad. Las pymes saben que para generar confianza deben mantener unas buenas relaciones de vecindad con la comunidad que las sustenta, y con ello contribuyen a la mejora de su reputación, a la capacidad de supervivencia y a la resiliencia, en un contexto de incertidumbre económica.
Es por este motivo que es necesaria la articulación de estrategias colectivas específicas para micro, pequeñas y medianas empresas, que sean capaces de superar sus limitaciones. Entre las tareas pendientes de las administraciones, se encuentra simplificar y adaptar los reglamentos. Solo así podremos avanzar hacia una economía y unas empresas más centradas en las necesidades de la sociedad.
Como quiera que el valor de lo público no es patrimonio único de los poderes públicos, desde Eticentre y de un modo pro-activo buscamos referentes, debatimos, nos formamos, facilitamos un código de conducta ético a las empresas asociadas y hemos desarrollado un conjunto de indicadores para la auto-evaluación, poner en valor las buenas prácticas y mejorar en pos de una gestión responsable.
Por todo ello damos la bienvenida al Consell de RSC de las Islas Baleares en la esperanza de que servirá para poner las bases necesarias en las que todos los agentes sociales, por encima de partidismos, nos pongamos de acuerdo en tomar medidas urgentes de choque e iniciar un proceso estructural de futuro, con solidez para la sostenibilidad y competitividad de nuestra economía a largo plazo, en un entorno cada vez más competitivo, incierto, complejo y crítico.
