viernes. 03.05.2024

Largo me lo fiais

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Con la experiencia legislativa que nos ha brindado el grupo de partidos que dan apoyo a la presidenta Armengol, huelga decir que el borrador del proyecto de Ley de Cambio Climático está condenado de antemano y su análisis tan inútil como especulativo. Su contenido, rechazado por casi todos los sectores afectados, parece responder a una cortina de humo que devuelva al socio econacionalista el protagonismo que ha minado la última propuesta institucional para reducir las exigencias lingüísticas en Sanidad, que contemplaba la reforma de la Ley de Función Pública.

 

Por otra parte, no solo los agentes sociales y económicos, sino particularmente los partidos de la oposición, han tildado de precipitado y absurdo un proyecto que, para tener un mínimo de verosimilitud, debería haber contado con un consenso preliminar imprescindible y unos estudios técnicos que brillan por su ausencia. Por si todo esto fuera poco, el Gobierno Central tiene expuesta a consulta pública la futura Ley de Cambio Climático y Transición Energética, resultado de las más de 350 propuestas aportadas al Grupo Interministerial y al Comité de Expertos que den cumplimiento a los objetivos acordados en el Acuerdo de París y garanticen la migración de nuestra economía hacia un contexto bajo en carbono y con mayor resiliencia al clima. Con un instrumento de planificación imbuido en una estrategia nacional y europea, la colisión competencial hará todavía menos realizable la ejecución de medidas de carácter local, como las que ya ha comenzado a tramitar en su Parlamento autonómico la Junta de Andalucía.

 

El príncipe Otto Von Bismarck, artífice de la unificación alemana en el siglo XIX, ya decía que el político piensa en la próxima elección y el estadista en la próxima generación. Sería esperanzador que un ejecutivo progresista nos devuelva la confianza en que su gestión tiene al ciudadano como protagonista y sin mirar de reojo las consecuencias electorales que devengan de vacuas promesas, que han acabado durmiendo el sueño de los justos y cuya relación sería interminable. Con todas las reservas y a pesar de su fragilidad, deberíamos apreciar unas medidas, mal planteadas y parciales, pero que son un revulsivo para la conciencia ecológica que creíamos acallada por el impuesto ambiental, que sufragan en Baleares los turistas y residentes alojados en establecimientos regulados.

 

Es lógico que los industriales, operadores de hidrocarburos, concesionarios de automóviles, empresas de alquiler de vehículos o de transporte profesional y hasta los particulares no vean clara la legalidad de las medidas coercitivas propuestas, incluso les parezca imposible que se desarrolle a tiempo una red de recarga eléctrica rápida y eficiente para los cientos de miles de coches que recorrerían nuestras carreteras. El Govern lo fía todo a la inversión privada y al esfuerzo individual, sin anticipar que los recursos públicos han sido esenciales para la implantación de energías limpias en España y que no todo el mundo tiene la capacidad de afrontar gravosas inversiones particulares, aunque tuviera interés por una cultura de sostenibilidad ambiental.

 

El globo sonda no tendrá el recorrido augurado desde el Consolat de la Mar, ni podrá cumplirse el calendario diseñado para epatar, por muy idílico que sea el escenario dibujado. Una transición a energías menos contaminantes chocará también con los propios ecologistas, que siguen remisos al empleo de la energía de fusión o incluso la eólica. Siquiera prevemos el coste con el que pagaremos la electricidad y qué tipo de fuentes precisaremos para su producción.

 

Como reza nuestro título y la comedia cuyo origen  no se conoce si antecedió a las frases que Tirso de Molina escribió para Don Juan Tenorio en El Barbero de Sevillla, son muchos los años que restan para saber en qué quedó esta nueva ocurrencia, aunque bienintencionada. Lo que sí sabremos pronto es si viene acompañada de presupuesto, cronograma firme y acuerdo global o solo sirve para echar en cara a la oposición su baja contribución al cuidado del entorno habitable ante la proximidad de las elecciones europeas, autonómicas y locales, que repetiremos en la próxima primavera.

Largo me lo fiais
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