domingo. 08.09.2024

Del 'llom amb col' al fast food bancario

Por todos es sabido que los hábitos alimentarios de los hogares españoles han experimentado un profundo cambio. Hemos pasado de ir al mercado a comprar los ingredientes para hacer un llom amb col y sentarnos en familia a querer comer lo más rápido posible, en el menor tiempo. ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Hemos pasado a valorar más la rapidez que la calidad? ¿O se trata de que nos hemos acostumbrado al camino fácil y a obtener la recompensa con menor esfuerzo?

Según el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, se trataría más bien de lo segundo. Bauman sostiene que la sociedad actual está predominantemente orientada hacia la obtención de resultados inmediatos y que esto se observa en aspectos cotidianos del ser humano, tales como la percepción de las relaciones sentimentales, reflejada, por ejemplo, en el notable incremento del número de separaciones en EE. UU. Esta liquidez o futilidad en la percepción del ser humano se ha visto agravada por las redes sociales, las cuales son el máximo exponente de la búsqueda de gratificación instantánea al ofrecernos la recompensa de los likes y las visualizaciones. A esta sociedad contemporánea, caracterizada por la inercia social hacia lo fácil, Bauman la denomina sociedad líquida.

Sobre lo que me atañe reflexionar hoy es si esa tendencia hacia la búsqueda del resultado inmediato, si esa liquidez generalizada, se observa también en las finanzas personales.

Primero, ganemos un poco de perspectiva y rebobinemos al año 2008, cuando quebró Lehman Brothers y se desencadenó una crisis financiera sin precedentes en la historia económica mundial reciente. Este hito impulsó un profundo cambio del sector bancario español, que se materializó en el cierre de cerca de un 60% de las sucursales bancarias y la reducción de plantillas desde entonces hasta ahora, lo que acabó produciendo una mayor concentración de clientes por oficina.

Esta reestructuración bancaria ha derivado de forma generalizada en una limitación del tiempo de atención al cliente, pero hay cosas que no se pueden cocinar a fuego rápido. Es fundamental poder dedicar un tiempo de calidad y que exista una escucha activa, mantenida a lo largo del tiempo, por nuestra parte para comprender los objetivos y las motivaciones de las personas si queremos acompañarlas en la planificación de sus finanzas.

Precisamente, el actual contexto de inmediatez y digitalización genera mayor diversidad de necesidades y, paradójicamente, es en este momento cuando las personas más valoran el trato humano y cercano de un profesional, de un asesor financiero, que los conozca a ellos y a su entorno y con quien tengan confianza para acceder a un buen asesoramiento, tal como refleja el estudio de Benchmarking de Satisfacción de cliente del sector financiero realizado anualmente por la consultora Stiga.

En definitiva, un producto financiero no es otra cosa que un vehículo inversor que nos acerca a la meta que nos hayamos planteado. Carece de sentido hablar de vehículos si no entendemos la meta del cliente, de la misma manera que tampoco lo tendría que decidir qué medio de transporte utilizar sin saber previamente el destino hacia el que nos dirigimos. Para ello no se puede tener prisa. Cocíname despacio, que tengo prisa. En nuestras finanzas personales, sigamos apostando por el slow food.

Del 'llom amb col' al fast food bancario
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